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martes, 28 de febrero de 2017

EL PERONISMO Y LA UNIDAD QUE IMPONE LA HORA

Alberto Lettieri
El 24 de febrero se cumplió un nuevo aniversario de la primera victoria electoral del peronismo, en 1946, cuando la fórmula encabezada por Juan Domingo Perón y Hortensio Quijano derrotó a los radicales José Tamborini y Enrique Mosca, candidatos de la Unión Democrática articulada por iniciativa del Embajador Norteamericano Spruille Braden. A partir de entonces, la Argentina profundizaría un proceso de cambios iniciados con el acceso del entonces Coronel Juan Domingo Perón al Departamento Nacional del Trabajo, en 1943.

Mucho se ha escrito sobre la Argentina y sobre el peronismo desde entonces. Sin embargo, al cabo de más de 70 años de existencia, el movimiento nacional justicialista se encuentra fracturado, enfrentado internamente y urgido de una actualización doctrinaria que le permita dar respuesta a las urgencias y expectativas de una sociedad desgastada. Un sociedad que ha experimentado un proceso inédito de empobrecimiento, concentración de la riqueza y endeudamiento en poco más de un año, con niveles de inflación desconocidos para un gobierno pretendidamente basado en la ortodoxia liberal, en el marco de una preocupante politización y exposición del Poder Judicial.

Una semana atrás, concluía esta columna reflexionando sobre la preocupación respecto del horizonte del proceso de unidad del peronismo, en vistas de las ambiciosas pretensiones sobre la composición de las listas que había exigido el cristinismo, y en su deseo de convertir a la movilización de la CGT del próximo 7 de marzo en una especie de plebiscito sobre Cristina Fernández de Kirchner, instando a marchar sobre los tribunales de Comodoro Py ante la citación de Bonadío, para luego comparar el respaldo que la ex Presidenta y el sindicalismo alcanzaban por separado y convertirlo en capital de negociación interna. Por ese motivo exigían un pronunciamiento institucional del PJ asociándose a la marcha sobre la sede judicial. La escasa sensatez de las demandas de las agrupaciones cristinistas motivó el fracaso del Congreso de Santa Teresita, mientras oscuros nubarrones poblaban el horizonte del movimiento nacional.

Sin embargo, debido a esa maravillosa capacidad que tiene la política de transformar drásticamente los contextos y las opciones a partir de la modificación de situaciones aparentemente inmodificables, en menos de una semana la brisa marina permitió limpiar un tanto ese oscuro panorama. Tal vez debido a la gravedad de la situación social, y del creciente malestar existente en el segundo y tercer cinturón de la Provincia de Buenos Aires. Tal vez los aumentos descontrolados en peajes, servicios, salud, luz, gas, celulares, etc., que han generado duras críticas dentro de los sectores medios que votaron a Cambiemos en el ballotage. Quizá la suma de informaciones y decisiones que beneficiaron desde los inicios de este Gobierno a los grupos económicos más concentrados , con presencia efectiva en las primeras y segundas líneas de este gobierno, desde las empresas Off Shore denunciadas en los Panamá Papers, los manejos financiero de la Fundación Sumar, la cuestión Qatar, el tema Malvinas, la condonación de la deuda del Grupo Macri, la eliminación de retenciones al agro y la minería, la habilitación para un acceso prácticamente ilimitado a los recursos nacionales para terratenientes y grupos económicos extranjeros, o las sospechas sobre el futuro de YPF y Aerolíneas Argentinas tras el actual periplo español de la comitiva presidencial, sin olvidar la oscura negociación sobre la deuda de los fondos buitres, o el inédito endeudamiento llevado adelante por diversos Estados, tanto Nacional como Provinciales, hayan terminado por derramar el vaso. Tal vez haya sido la inadmisible situación de encarcelamiento de Milagro Sala, o la ofensiva sobre los camaristas que decidieron validar el convenio paritario de bancarios, o quizá la descalificación de los docentes de la Patria por reclamar un salario que los posicione dentro de la canasta familiar, y la utilización de un ex agente de inteligencia para llevar adelante una ofensiva rompehuelgas sobre la paritaria educativa. Quizá sea la sensación de injusticia, del trato tan brutalmente diferenciado que reciben las corporaciones del poder y los trabajadores y las clases medias y subalternas. Quizá sea el aumento del transporte público, quizá el pésimo servicio prestado por compañías a las que se les realizan condonaciones de deudas y se les habilitan aumentos abusivos. Quizá sea la el temor ante la pérdida del empleo, del derrumbe de las jubilaciones y de los planes y políticas sociales, frente a la experiencia concreta de las decenas de miles que ya han sufrido esos daños. Quizá sea el irracional aumento del precio del

pan, que amenaza convertirlo a un insumo básico de la dieta popular en un artículo de lujo. Cuando son tantos los tal vez o los quizá, queda en claro que no es un sector exclusivamente el que esta erizando su paciencia. Y las políticas de Cambiemos, en lugar de acercar el fósforo a la hornalla, parece estar empecinado en enfocarse en la garrafa. Sería bueno que el Gobierno Nacional tomara nota, y evitara la reproducción de procesos de triste memoria en la historia nacional.

Cuando al Revolución Francesa estaba por estallar y había una terrible tensión social producida por el hambre, el pueblo más necesitado se congregó alrededor del Palacio de Versalles para manifestar su desagrado y la gravedad de sus necesidades, ya que no podían acceder ni a la harina ni al trigo para poder hacer pan, debido al fenomenal aumento de los precios de los productos de consumo masivo. Cuenta la leyenda que la reina María Antonieta preguntó de qué se trataba el clamor que provenía del exterior, y le contestaron: “Señora, el pueblo no tiene pan.” A lo que la reina habría contestado: “Si no tienen pan que coman pasteles.” En realidad, la frase habría sido pronunciada por una reina anterior, pero el rumor corrió como reguero de pólvora, lo cual incrementó el malhumor social y la ojeriza que el pueblo sentía por la reina de origen austríaco. Poco después, estalló la Gran Revolución y la monarquía fue derrocada.

No puede decirse que el Gobierno Nacional no haya sido reiteradamente advertido sobre los riesgos que entrañan sus políticas unidireccionales en perjuicio de las grandes mayorías populares. Tampoco puede negarse que, sin mucho esfuerzo, con algunas decisiones puntuales ha conseguido en muchos casos postergar las reacciones sociales, sobre todo debido a la limitada capacidad de negociación de las agrupaciones que representan a los sectores menos favorecidos de la sociedad, debido a la situación de fragmentación que experimentó el campo popular a partir de 2013.

Sin embargo, se advierte un cambio en los tiempos históricos que parece que el Gobierno no alcanza a percibir, aunque sí ha podido hacerlo, con su desarrollado olfato, el peronismo. El 11 de febrero, en coincidencia con el 71no aniversario de la primera victoria electoral de Perón, se reunieron los radicales en Villa Giardino, y los peronistas en San Vicente. En la primera de esas reuniones, el ex Franja Morada y hoy ambicioso militante caracterizado de Cambiemos, y columnista de Jorge Lanata, Martin Tetaz, advirtió que “Nos vamos a comer una paliza histórica” si no cambian urgentemente algunas políticas económicas y se producen reemplazos significativos en el Gobierno, comenzando por el desplazamiento de Marcos Peña Braun, quien debería dejar su lugar a Antonio Sáenz. Si bien resulta claro que se trataba de un ámbito partidario donde se lanzaban globos de ensayo sobre futuras candidaturas y pre-candidaturas, entre ellas la de Alfonso Pratt Gay a la Presidencia Nacional para 2019, queda claro que el piso de la alianza Cambiemos continúa crujiendo, y que el inminente desafío electoral será una dura prueba para su estabilidad.

Del lado del peronismo, tal vez en virtud a la aceptación del cristinismo de que la relación interna de fuerzas no es todo lo favorable que permanentemente han tratado de presentar, o bien que el pretendido plebiscito del 7 de marzo no sería precisamente favorable para CFK, debido a que la convocatoria de la CGT tendría una mayoría abrumadora respecto de la convocatoria a Comodoro Py, quizá a la falta de voluntad para asumir el costo político de ser identificados socialmente como los responsables del fracaso del proceso de unidad, o a un simple cálculo político basado en el agotamiento de la paciencia social y la eventual reproducción, más temprano que tarde, de un nuevo “que se vayan todos”, los diversos sectores que componen la diáspora peronista aceptaron la paciente convocatoria de Fernando Espinosa y participaron de un nuevo cónclave del Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires. El documento final, pese a sus necesarias generalizaciones -propias, por otra parte, del nivel incipiente del proceso de unificación-, es, de todos modos, una brillante carta de intención, no sólo en lo referido a la identificación del adversario, sino también en su crítica contundente a las políticas implementadas por Cambiemos, tanto en Nación como en provincia, a su explícita inclusión de los Gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner dentro de la saga partidaria y la condena a la injustificada detención de Milagro Sala, así como a la persecución judicial de CFK. También formula una clara reivindicación de la doctrinas y de las banderas históricas del peronismo, su apuesta por el trabajo, la producción y la igualdad, para concluir expresando la determinación común de postergar las diferencias internas en beneficio de la unidad reclamada por la mayor parte de la sociedad argentina.

Tal vez el momento más emotivo del cónclave tuvo lugar durante la breve exposición del Diputado Oscar Romero, Presidente del Bloque Justicialista e histórico referente de Smata -uno de los sindicatos más

golpeados por la política de ajuste de Cambiemos-, quien, en lenguaje llano y directo, llamó la atención sobre la gravedad de la situación de miles de trabajadores argentinos, y la necesidad de preservar las fuentes de trabajo, ya que ante la necesidad, más allá de las diferencias, “primero deben estar nuestros compañeros”. “Una cosa es hacer una movilización para ir a reclamar una mejora salarial. Pero muy diferente es hacer una movilización o tomar una medida de fuerza para defender una fuente de laburo. Yo no sé cuantos de aquí le han visto la cara a un compañero cuando recibe un telegrama de despido o un telegrama de suspensión.”

No es casual que, en un contexto de estas características, sea un dirigente de origen sindical -desprovisto de una retórica florida pero extremadamente contundente en sus apreciaciones-, uno de los principales sostenes del proceso de unidad frente al proyecto gobernante. No lo es, tampoco, que los intendentes peronistas, que nada conservan de aquellos antiguos barones del conurbano, y con elevadísimos índices de respaldo popular a su gestión, se constituyan en garantes e impulsores de ese mismo proceso. “Como los intendentes, los dirigentes sindicales siempre hemos estado al lado de los compañeros.”-señalaría Romero en otro momento de su alocución. Unos y otros son los que cotidianamente le “ven la cara a los trabajadores”, situación que les provee de un inmejorable termómetro social cuya temperatura, desde hace más de un año, está en permanente alza. Son aquellos para quienes la tesis de que “cuanto peor, mejor”, no tiene cabida ni consideración posible, ya que cada empeoramiento implica más hambre, menos educación, más exclusión social. Indicadores que pueden valorarse desde la teoría del internacionalismo revolucionario, pero no desde la sensibilidad y la doctrina peronista.

Romero realizó un emotivo llamado a realizar un esfuerzo supremo a favor de la unidad. “Nuestro enemigo es el Gobierno y se llama Mauricio Macri.” Y reafirmando sus palabras con el ejemplo, agregó inmediatamente que: “Debemos dejarnos de agredirnos entre nosotros. Al movimiento obrero también se lo debe respetar. Como lo hizo Perón, como lo hizo Evita Como lo hizo Néstor y como también lo hizo Cristina. El movimiento obrero es la columna vertebral del peronismo.”-afirmó, en medio de una verdadera ovación de los asistentes.

En concordancia con la reunión del Congreso del PJ en San Vicente, se sumaron otros elementos que sumaron vigor al proceso de unidad partidario. Por un lado, las declaraciones de un Julián Domínguez decidido a jugar en la interna partidaria, en lo posible en compañía de un Florencio Randazzo cada vez más activo, y de quien se espera un mayor protagonismo a su retorno de Roma. Por el otro lado de lo que se dibuja como una eventual interna, llamó la atención la predisposición de Cristina Fernández de Kirchner a asumir un rol más histórico en el amplio espectro del movimiento nacional, tal como lo impone la hora, por encima de las consideraciones sectorial es de las agrupaciones militantes k. Así parece evidenciarlo sus declaraciones instándolas a que no caigan “en la trampa” y no se manifiesten el martes 7 de marzo en los tribunales de Comodoro Py, y en su recomendación de que se sumen a la marcha de la CGT porque “la gente no llega a fin de mes”. “El 7 -concluyó CFK- , yo lo veo a Bonadio, pero por favor… Ustedes hagan que el Gobierno vea al Pueblo. Marchen junto a los trabajadores y trabajadoras.”

Tal como aseguraba Juan Domingo Perón, sobre la marcha se van acomodando los melones, y en esta última semana la carreta del peronismo parece haber comenzado a andar. Todavía es muy temprano para predecir la suerte que le aguardará en su marcha. Sin embargo, algo resulta muy evidente, y es la convicción de la dirigencia partidaria de que el mes de octubre es un horizonte todavía muy lejano, no para los tiempos de las negociaciones políticas, sino para la contención de los humores sociales en creciente proceso de ebullición. De este modo, los más experimentados consideran que mientras un peronismo unido es garantía de contención y conducción hacia una meta de reivindicaciones de los intereses populares, el fracaso de esa unidad posiblemente nos pondría de caras a graves situaciones sociales, cuya magnitud y consecuencias resultan difíciles de prever.

También queda claro que el Gobierno debe realizar sus propias jugadas, y decidir internamente si continúa en una línea de beneficio unilateral de los intereses económicos más concentrados, exponiéndose así a una dramática derrota electoral, que anticiparía un complejo trayecto durante la segunda mitad de su mandato, o bien acepta recalcular, modificar su composición y sus políticas, asignando más espacio a su ala política en detrimento de las imposiciones de CEO’S y brokers corporativos, para de este modo aguardar con mejores expectativas al futuro y a su eventual continuidad institucional.

Por último, es llamativo el silencio de radio que experimenta orgánicamente el Frente Renovador, acotado en las últimas semanas a iniciativas aisladas a favor de la paridad de género, la igualdad en la representación política y algunas críticas a las políticas oficiales. Queda claro que el escenario de polarización que auspician tanto el Gobierno Nacional como el cristinismo parece resultarle tan desfavorable como en 2015, y que distintas cuestiones que implican definiciones de principios han calado hondo al interior de ese espacio político. No es precisamente un secreto que los posicionamientos en torno de la detención de Milagro Sala han significado un verdadero parteaguas, del mismo modo que la definición de una matriz opositora diferenciada del peronismo frente a la gestión de Cambiemos. Adicionalmente, muchos de sus referentes caracterizados no han ocultado su deseo de retornar al PJ y participar de la interna partidaria. El caso de Felipe Solá, por ejemplo, quien es visto como un excelente candidato para encabezar un Frente político articulado en torno al peronismo en la CABA, con al apoyo del FR y de un amplio segmento del justicialismo local, distanciado de las agrupaciones militantes, merece ser analizado con detenimiento, en el marco del proceso de reunificación peronistas.

Estos y otros desafíos no menos urgentes deberán ser resueltos con inmediatez por Sergio Massa, a quien algunos quieren jugando en la interna del Peronismo y otros expulsarlo a la de Cambiemos. En lo que la mayoría parece estar de acuerdo, naturalmente a excepción de sus propios partidarios, es en pronosticar que el Frente Renovador no tendría posibilidades de un crecimiento real, al margen de establecer alguna de estas alianzas. Pero, como sabemos, la política nos da sorpresas cotidianamente, que a menudo los pronósticos de los aprendices de brujo están teñidos con intereses espurios y que en nada está dicha la última palabra.



Alberto Lettieri exclusivo para Cadena BA. 25/02/2017
(Historiador) @albertolettieri
Doctor en Historia, Ex Director Académico del disuelto Instituto de Revisionismo historico Manuel Dorrego, Prof. Tit. UBA, Investigador Conicet, Escritor.


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